El concreto y los prefabricados, logran propiedades y ventajas como material y como elementos constructivos que minimizan el impacto ambiental de un edificio en relación a su entorno que lo rodea tanto en el proceso de construcción del mismo como en todo su ciclo de vida.
La protección del medio ambiente es fundamental para crear una “sociedad sostenible”, así como también las edificaciones que requieren en la utilización de recursos naturales. La conciencia, el conocimiento y el oficio durante la fase de construcción y una oportuna gestión de la energía utilizada durante el ciclo de vida de un edificio, permiten obtener ahorros significativos de energía y una reducción de CO2, garantizando a la vez la calidad de la edificación como también la seguridad y confort de sus usuarios y ocupantes.
Bajo este escenario la utilización de prefabricados de concreto también permite una optimización y disminución considerable de recursos durante el proceso de fabricación de los componentes, ya que se producen en ambientes controlados (planta de prefabricados) y con una mejora continua en el proceso, utilización de materiales y recursos. Por otra parte, al ser elementos de concreto armado, su impacto ambiental total se minimiza en la totalidad de su ciclo de vida el cual es muy superior a los diversos materiales que permiten construir estructuras y edificaciones equivalentes, la “vida de servicio” prevista de las edificaciones de hormigón supera los 100 años.
El enfoque basado en el ciclo de vida es el método estandarizado para identificar y evaluar los efectos ambientales de los productos y materiales de construcción (extracción, producción, transporte, utilización, mantención, fin de ciclo-demolición o reciclaje). Al ser una estructura prefabricada, la etapa de montaje de la estructura reemplaza al proceso de construcción “in situ” y disminuye de manera considerable los niveles de ruidos, emisiones de polvo y desechos de excedentes de materiales en comparación a una construcción tradicional; sin contar que la utilización de sistemas prefabricados nos permite ahorros de tiempo en promedio de hasta un 50% en el proceso de construcción, lo que implica un aporte importante en la línea de impacto ambiental durante el proceso constructivo.
Durante la etapa de uso y vida de la edificación, la masa térmica del concreto permite utilizarlo para reducir las oscilaciones de temperatura al interior de la edificación y bajar o evitar la necesidad de enfriamiento y calefacción mediante sistemas activos que tienen altos consumos energéticos. Los elementos de concreto como muros y paneles son depósitos eficaces para el calor absorbiendo el calor del sol durante el día y liberándolo durante la noche. El concreto acumula el calor durante el invierno y enfría los edificios en el verano mejorando los niveles de confort de sus ocupantes, logrando un alto rendimiento desde el punto de vista térmico. Por otra parte, el concreto es un material que presenta una alta resistencia estructural y con la incorporación de hormigones de alta resistencia (sobre los 60Mpa) y técnicas como el pre y postensado, es posible reducir considerablemente las dimensiones de los elementos; producto de estas incorporaciones tecnológicas se ha estimado una reducción de hasta el 25% en la relación costo/capacidad de carga2.
El concreto ofrece de manera natural una óptima resistencia al fuego e incendios, sin necesidad de aditivos y pinturas adicionales que son altamente contaminantes y no reciclables. Hoy se ha avanzado enormemente en la producción del cemento utilizando nuevas técnicas productivas, reciclando materias primas, agua y utilizando energía producida de fuentes alternativas renovables. El análisis del ciclo de vida (Life- Cycle Analysys (LCA)) evalúa el impacto ambiental de una estructura desde su realización a su demolición y/o reciclaje. Cuando se evalúa el impacto ambiental de una estructura se debe adoptar este tipo de enfoque holístico el cual considera el proceso completo y en el cual los sistemas constructivos de concreto prefabricado obtienen óptimos resultados. En el campo de la eficiencia energética, por ejemplo, el ahorro energético resultado de la utilización de estructuras de concreto (5-15%) en la fase de ejercicio, compensa largamente el valor de la energía consumida para su fabricación y montaje (3-4%). Habitualmente cerca del 80-90% de la energía utilizada durante el ciclo de vida de un edificio es consumida en la fase de utilización del edificio, por lo mismo es en la etapa en donde se pueden obtener los mayores ahorros de energía.
Los prefabricados de concreto presentan numerosos beneficios ambientales, pero principalmente aportan en el construir de manera sostenible de manera integral incluyendo también la alta calidad que se logra en los elementos prefabricados de la cual se benefician los usuarios finales, mejora la productividad siendo más eficiente e industrializada y la rentabilidad de los proyectos.